viernes, 15 de julio de 2011

Una experiencia que duele recordar.


Por momentos cierro los ojos
 y lo único que veo son las
pocas imágenes que tengo de nosotros
dando tumbos en el auto
y escuchando las chapas
 rechinar contra el asfalto.

Ya nada va a ser igual después del 13 de julio. Ya nada va a ser igual porque nacimos de nuevo. Y con nacer de nuevo me refiero a que nos regalaron una oportunidad más para vivir, para llevar a cabo nuestros proyectos.

Hablo de ‘nuestros’ porque en ese auto ibamos mi novio y yo. Ahora ya no somos más dos personas. Somos una dividida en dos cuerpos. La desesperación de su cara al verme a mi acostada en el asfalto sin poder moverme, las lágrimas que brotaban incontrolables de sus ojos al escucharme gritar, fue ver el amor en un cuerpo. Fue leer el te amo en su mirada. El dolor que me invadió cuando me llevaron en la ambulancia sin él, sin sentirlo a mi lado, era sentir frío y desesperación.

Partiendo desde el comienzo, nosotros veníamos en la ruta que va desde Río III a Almafuerte, más o menos a 100 km/hs. Veníamos escuchando música tranqui, mi mano izquierda en su falda, mi mano derecha con un cigarrillo que acababa de prender. Ambos mirando hacia delante mientras hablabamos boludeces como siempre. Delante de nosotros venía un polo, tiro la ceniza por la ventana, parpadeo y el polo está frenado sobre nuestro carril con velocidad casi nula. Lo miro a mi novio y él lo único que alcanza a decirme es: ‘no llego a frenar’. Volantazo a la derecha para esquivar el polo, logramos esquivar un cartelito al lado de la banquina y nos íbamos contra un canal que nos iba a escupir contra unos eucaliptos grandes que había más a la derecha. Otro volantazo que nos saca  a la ruta en dirección contraria a la que veníamos, parece que zafamos por un segundo y la cola del auto empieza a correrse sin control. Volantazo para tratar de enderezarla y terminamos haciendo dos tumbos y medio y el auto apoyado sobre el lado del acompañante.

Fueron segundos…

Abro los ojos y no podía respirar. Me dolía la existencia. Raúl me pregunta si estoy bien, y yo no tengo aire para responder. A la segunda vez que me pregunta si estoy bien, de algún lado saco aire para decirle que sí. Ambos estamos agitados, nerviosos y doloridos por los golpes que nos dio el auto. Él colgaba arriba mío, así que me pide que me baje. Yo todavía en estado de shock le digo que no puedo. Me pide que por favor lo intente porque teníamos que salir del auto. Me desabrocha el cinturón de seguridad, sin notar que eso me había mantenido adentro del auto, y me resbalo por un hueco entre el asfalto y lo que quedaba de techo sobre mí. Eran máximo 15 centímetros por donde me escurrí hacia el exterior. Él salió caminando por la luneta trasera.

Yo estaba inmóvil, tenía dolores muy agudos que no me permitían pararme, tenía vidrios pegados por todo el cuerpo, ya que no había quedado ni uno sano en el auto.
Lo tenía a él.
Nada más me importaba.
Sólo verlo a él, y saber que estaba bien.
Intenté levantarme para ayudarle a buscar todas las cosas que salieron despedidas de auto, cuando me dí cuenta que ya no podía moverme, estaba acostada sobre el asfalto frío y mi cuerpo estaba tan magullado que sólo me quedaba esperar una ambulancia en esa posición.

Llegaron los bomberos y lo vi a él llorando en la punta de mis pies mientras yo gritaba de dolor cuando me ponían el primer cuello ortopédico y me subían a la primera camilla… la que me iba a acompañar hasta el hospital dónde me iban a hacer los controles y dejarme en observación por esa noche.

Después de una experiencia traumática como un accidente así, que a pesar de que la sacamos muy barata, y de que no nos hicimos nada grave, estoy firmemente convencida que ya nada nos va a separar. Nada jamás va a poder hacer que yo me separe de ese hombre que goteando sangre de la cabeza, en cuclillas sobre mi, me decía ‘te prometo que todo va a estar bien mi amor’…

Agradezco a Dios por que estemos vivos y bien, y agradezco a todas las personas que se preocuparon por nosotros y nos escribieron.

Ahora sólo queda afrontar los pocos dolores que quedan en el cuerpo, y ver que hacemos con ese auto que tanto queríamos y ya no sirve más.

Por el momento a mi me quedan los recuerdos de los tumbos muy vívidos en la retina y no sé cuando voy a perder el miedo que tengo y volver a manejar… Pero eso es otro capítulo que me va a dar más para escribir.

Por el momento, GRACIAS.

1 comentario:

  1. Bonita... me estoy enterando de todo, en primer lugar.. GRACIAS A DIOS KE ESTAN BIEN!!! Y en segundo tu relato es tremendo... no solo por lo que pasó... me hizo emocionar mucho pk lo describiste tan bien ke casi podía ver todo. Cuánto amor =) Y capaz eso los salvó no? Pk donde hay amor hay ángeles. Los kiero... ya todo va a ir pasando, cuídense mucho!!

    ResponderEliminar